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Dos Heterodoxos. Gerardo Mosquera.
Exhibición: Ezequiel Suárez y Angel Delgado. Galería Khalo. 1994.

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Angel Delgado y Ezequiel Suárez exponen juntos, y la combinación resulta bien coherente. Más allá de su amistad y de ciertas afinidades, ellos, junto con otros artistas, ocupan un espacio un poco "maldito" de la plástica cubana actual. "Maldito" entre comillas no significa que no hayan expuesto en instituciones oficiales, ni sean fatalmente rechazados por los circuitos legitimantes y sus voces. En realidad, no pocas veces los pintores llamados "malditos" consiguieron darse a conocer, y aún usaron su "maldición" como una marca más o menos "publicitaria". De otro lado, en Cuba, hasta fecha reciente, lados los espacios de exhibición eran estatales, y aunque esta situación podría indicar un control monolítico, los intentos totalizadores suelen estallar en pluralidades: su objetivo omniabarcador puede resquebrajarse en virtud de su propio estiramiento, como el latín imperial se desbarató en romances. A veces quien mucho abarca poco aprieta, sobre todo frente a una resistencia horizontal tan generalizada y potente como la de la cultura cubana contemporánea.

Esta cultura crítica ha florecido en los intersticios del poder "agarrándose de la brocha", transformando en humus vital la piedra como esas malas y hasta árboles que crecen entre las grietas de La Habana Vieja.

Lo que trato de indicar en Angel y Ezequiel es que hacen obras tough, heterodoxas, que no tienen paz con nada ni encajan bien en parte alguna. Recuerdan el espíritu performático y rebelde del Grupo Arte Calle y el desenfado carnavalesco del Grupo Puré, actuantes en la segunda mitad de los años 80, distanciándose de los refinamientos críticos de los 90, pero no de su cinismo. Tienen algo de la libertad y el carácter confesional del grafitti de letrina, y esto es el mejor elogio.

Ezequiel apropia la historia del arte, en una línea típica de la nueva plástica cubana. Pero lo hace para relajearla a su gusto, en un juego a la vez festivo y de complejas implicaciones conceptuales con el Bauhaus. Lo extraño es que se trata de un experimenta morfológíco en términos que podrían calificarse de formalistas, unido a una ironía con los significados de aquella vanguardia paradigmática, traídos al presente y a la circunstancia contextual del artista. Este juego se estructura mediante tensiones entre las imágenes y los textos que forman parte de los cuadros. Su pintura mezcla la experimentación formal, la desconstrucción de los mitos modernos, la crítica de la representación, el comentario político, el tormento existencial y las obsesiones íntimas. Manuel Vidal ha hecho la interpretación más aguda de esta obra difícil, y repito aquí cuatro de los términos usados por él, que describen el radio multiforme de una pintura a la vez "profunda" y de "mueca", "catártica" y de "payasada".

La obra de Angel une también el comentario social ríspido con las pesadillas interiores, pero en él es más directo el testimonio de la experiencia personal, aunque éste sea reelaborado hacia fuera.

El epítome son ciertas formas anobjetuales que pueden parecer expresiones abstractas, y en realidad son signos realizados por el artista durante una situación muy difícil que sufrió, en una obsesión por no ser apartado de la pintura. Imágenes que regresaban en sueños y él reemplea ahora en sus cuadros, caracterizados por el uso de signos bien definidos, pero a la vez sintéticos y complejos. Una guerrillera argentina me contó que durante la tortura se defendía concentrándose en recorrer mentalmente un cuadro abstracto de Kandinsky. Angel hace también un uso desgarrado de la abstracción corno recurso de supervivencia, y su obra posee interés para la teoría del arte no figurativo tanto como para una teoría aún no diseñada acerca de la imagen como defensa sicológica. Más allá de este aspecto-resumen, lo que atrae en su pintura es una limpieza para problematizar desde el impacto neto de los signos, rasgo que viene desde sus comienzos.

El nihilismo jocoso de Ezequiel (él parece seguir aquel "todo es una mierda" de Segundo Planes) se une en esta exposición con los comics trágicos de Angel, y el resultado general es un rictus ético en medio de la post-utopía. Invito a aprovecharlo también colmo manual espiritual para sobrevivir al derrumbe.