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Jon Curry. Exhibición: Batey. Galería: Castillo de los Tres Reyes del Morro. Habana. 1998.
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No era una rosa en invierno,
era un pedacito sucio de papel cogido en una mata espinosa,
pero de alguna manera era mejor que una rosa.
(Billy Childish)

No hay nada más ubicuo que una barra de jabón de lavar. Sólo añorada cuando falte, no se encuentra adornando una sala, celosamente guardada en las colecciones privadas, o presentada con orgullo a los museos públicos. En los baños, cocinas y patios la mano la alcanza sin mirarla, invisible en el cumplimiento de su tarea cotidiana. Pero en las celdas, sean de fuerza donde nos encierran o de carencia que nos rodean, una sencilla barra de jabón puede convertirse en un objeto de tanto valor que tallarla es la cosa más digna que se puede hacer.

En las manos de Angel Delgado el jabón logra ser mucho más que el objeto desechable con que estamos tan familiar. Descubierto donde no encontraba otra materia con que expresarse, donde el acto de la expresión individual se negaba, el artista adoptó una tradición presidiario de trabajar el jabón, sea como objeto funcional (cenicero o donde guardar el cepillo y la cuchara) o votivo, íconos a los santos y a la necesidad de tener alguna manera de conseguir cigarros y otra contrabando cae los otros presos.

Siete años después, Angel vuelve a tomar el jabón como materia artística. En sus manos, la barra pasa por una transmutación alquímica. Sin dejar de ser lo que es, disoluble en cualquier agua que caiga, se convierte en las materias más reconocidas de la escultura. Como si fuera en burla de los prejuicios que dictan que el jabón es sin valor creativo, el artista lo transforma. A veces parece madera, mostrando su hebra; otras veces es una piedra pulida; o tal vez un bronce. Aprovecha el azar de la mezcla química que produce un rango de colores para crear la ilusión de ámbar o ébano, de alabastro o teca.

Pero si el jabón se encuentra liberado por este proceso, el resultado que Angel nos presenta es de imágenes que demuestra la condición encarcelada en que vivimos los seres humanos en el mundo contemporáneo. Como el cárcel modelo, con diseño panóptico, que usaba Foucault como metáfora de la manera en que nos encontramos existiendo dentro de un (auto) control total- el uso de( jabón permite al artista que nos ubique a todos entre las paredes y rejas que Mueren definir nuestra existencia. A veces se muestra directamente, con representaciones del candado o de la bota que aplasta la cabeza en el fango. En otras ocasiones, la referencia es más sutil, como el boxeador invisible tras los signos de su deporte: un par de guantes y el podio de premiación. Nuestros cuerpos se encuentran captados, atados con alambre, martirizados con clavos.

En su pintura, Angel solía usar símbolos abstractos como una manera de representarse a sí mismo, y a su compleja identidad, dentro del cuadro. Ahora ha retomado estos mismos símbolos. Pero un efecto de aislarlos en esculturas ha sido liberarlos de su propia persona, universalizarlos como códigos por una identidad humana de la cual él es meramente un ejemplo. Son acertijos que nos desafían a que busquemos a lo más escondido del artista y de nosotros mismos.

Usar una materia tan común e imprescindible como el jabón para hacer piezas que pueden tocarnos tanto con su belleza plástica como con su fuerza de imagen, nos lleva hacia una reconsideración de la función que debiera tener el arte en nuestras vidas. Con su trabajo, Angel Delgado nos obliga a mirar a donde nuestros pies están pisando.

La verdad sacó el culo por el hueco
y luego corno un conejo asustado se fugó
en el rnonte bajo.
Solté los perros tras de ella
y desde entonces ha estado protestando a gritos.
(Billy Childish)

Ver la Exposición.